Del 20 al 22 de junio, en la Casa de Moscú en Ereván, se celebró el foro internacional de medios «Diálogo con Moscú», que reunió a periodistas rusoparlantes de todo el mundo. En una misma sala coincidieron representantes de Osetia del Sur, Italia, Uzbekistán, Suecia, Marruecos… y nosotros también estuvimos allí.
Programa intenso y lleno de vida
El programa fue intenso, dinámico, pero sobre todo — muy vivo.
Todo comenzó con una clase magistral de Nikita Pimenov, presentador del Primer Canal, sobre cómo captar la atención del público desde los primeros segundos.
— ¡El comienzo tiene que ser impactante! — dijo en la primera parte… y antes de la segunda, desapareció.
Apareció conectado por videollamada, aparentemente desde una biblioteca, y el público se desconcertó un poco. Pero de repente entró en la sala en persona. Era todo parte de una puesta en escena: sorpresa, teatralidad, y la atención del público ya era toda suya.
Yaroslav Skvortsov, decano de la facultad de periodismo, habló sobre los retos actuales de la profesión… a través de cuentos.
Su intervención fue irónica, precisa, y memorable — como esas buenas historias que se quedan contigo.
Andrey Suleykov, productor del proyecto de RGGU «Esta es mi tierra», contó cómo inventar leyendas y transformar cualquier lugar, incluso el más olvidado en el mapa, en un punto de atracción cultural.
— No hay ciudad ni aldea que no pueda hacerse popular. Lo importante es tener historia, creatividad y amor por el lugar.
En las pausas, los participantes compartían sus proyectos: una escuela de medios para niños en Egipto, la radio Vatan de Tayikistán, estudios locales, podcasts, documentales. Cada conversación encendía nuevas ideas y te recordaba que formas parte de algo más grande y real.
Memoria histórica: un tema que toca el alma

Uno de los momentos más conmovedores del foro fue la conversación sobre la memoria histórica, dirigida por Mijaíl Drozdov, coordinador del Consejo de Coordinación Mundial de Compatriotas.
No hubo discursos grandilocuentes, sino palabras sencillas y sinceras.
Se habló de cómo se distorsionan los hechos, de lo fácil que es hoy caer en noticias falsas si uno no conoce ni recuerda la verdad, y de cómo se manipulan los significados. Y por qué, justamente ahora, es tan importante defender la verdad.
Varias intervenciones se escucharon con la voz quebrada. Los colegas compartieron historias personales, experiencias de trabajo, contaron cómo se recuperan archivos, cómo se buscan cartas, diarios, fotografías. Cómo involucran a niños y jóvenes para que lean textos escritos por sus pares durante la Segunda Guerra Mundial — y cómo eso toca el corazón, tanto de quienes leen como de quienes escuchan.
Palabras simples y vivas del pasado de pronto se sienten muy cercanas.
El foro cerró con un concurso: se premiaron los mejores videos y ensayos. Hubo regalos, aplausos, palabras desde el alma — y un concierto.
Y luego una canción, pedida como bis, que siguió sonando en la cabeza por mucho tiempo:
Montañas, montañas, y detrás de ellas, de ellas — ¡mi Armenia…!
Ereván que enamora

Así fue Ereván durante esos tres días: cálido, humano, inspirador.
Esto es lo que decían los participantes:
— ¡No imaginaba que Ereván fuera tan hermoso! — Gulzhan Azhimátova, Kirguistán
— El ambiente aquí es genial, la gente encantadora — ¡y en todas partes huele a shashlik! — Vera Brannerud, Suecia
— Estas columnatas, la piedra volcánica (tuf), la iluminación suave — todo tan armonioso y bello. — Zalina Tsjovrébova, Osetia del Sur
— Una de las pocas ciudades que me hizo recordar los tiempos más felices de mi vida — los años soviéticos. — Elena Buldákova, Italia
A veces, entre una ligera neblina, se dejaba ver el Ararat, rosado al atardecer, mítico y real a la vez.
Y estábamos allí, junto a colegas de distintos países, sintiendo lo mismo:
el foro no fue sólo encuentros. Fue energía, inspiración y un recordatorio de por qué hacemos lo que hacemos.
Memoria y montaña: lo que pasó el 22 de junio

El 22 de junio fuimos al monumento de la Madre Armenia — era un día de memoria, y esa parada fue importante. Colocamos flores, guardamos un momento de silencio y sentimos que éramos parte de una memoria común.
Después — la excursión al Lago Sevan. Es enorme, casi como un mar. El agua, clara y azul; el aire, fresco, casi frío, con olor a hierba, piedra y algo muy verdadero. Alrededor — colinas, montañas, y un cielo que parecía estar más cerca de lo habitual. Subimos por escalones de piedra hasta el monasterio, e incluso entramos en una liturgia.

Sevan no va de «ver un lugar turístico». Se trata del silencio, del espacio, de poder detenerse por un momento y sentir: ¿dónde estoy?, ¿quién soy?, ¿y para qué?
Los organizadores del foro: la Casa de los Compatriotas de Moscú y el Departamento de Relaciones Económicas Exteriores e Internacionales del Gobierno de Moscú.